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Viajar por el mundo sin salir de casa

La experiencia de las comunidades que acogen voluntarios

Desde que decidió abrir las puertas de su casa para acoger a los voluntarios milONGa que vienen de todas partes del mundo a la Casa de los Niños, Rocío ha compartido su hogar, sus rutinas, sus costumbres con 6 jóvenes provenientes de Italia, México y España. Para ella, esta experiencia ha sido un desafío cargado de oportunidades que le han permitido “salir de viaje por todo el mundo”

Dialogamos con ella, quien es miembro de la comunidad que acompaña a la Fundación Casa de los Niños en Bolivia, y quien hace un tiempo decidió que la manera en que podía ser parte de Milonga era poniendo en común su hogar para que los y las voluntarias que llegarán allí encontraran un hogar que los acogiera con los brazos abiertos y los acompañara en esa aventura de servicio.


¿Por qué decidiste abrir las puertas de tu casa para acoger a los voluntarios?


Fue una respuesta sin mucho reflexionar a la solicitud de mis amigos que trabajan y viven en la Casa de los Niños. Inmediatamente me gustó la idea porque en algún periodo de mi vida yo fui voluntaria y estoy convencida que el voluntariado puede transformar la visión que las personas tienen de la vida, de la sociedad y de ellas mismas.


¿Cómo es la experiencia de acoger y convivir con estos jóvenes que vienen de tantas culturas diferentes?


Como premisa quisiera decir que llevo viviendo sola más de 10 años, es decir que en este tiempo he formado, sin quererlo, un espacio donde el orden es mío, el desorden es mío, los ritmos de las cosas son mías, etc. Hasta ese momento en que llegó la primera voluntaria a casa, todo se hacía siempre a mi manera.


Desde esta perspectiva, volver a convivir con otras personas tuvo sus pequeños desafíos, porque significó poner a un lado cosas que yo consideraba obvias para acoger nuevas formas de hacer. No quería que mi casa fuera un hotel con reglas que cumplir, sino un espacio donde temporalmente las voluntarias se sintiesen en casa. Y lograr eso no siempre fue fácil, pero me di cuenta que las últimas experiencias fueron más sencillas. Aunque todavía me falte camino por recorrer, creo haber aprendido un poco a perder o soltar cosas pequeñas cada día y con el tiempo se hace más fácil.


Ha sido como recibir lindas visitas en casa, con sus formas de hacer y sus diferencias. En broma digo a mis amigos que he adoptado hijas, porque siento la responsabilidad de que no se enfermen, no se pierdan, no les pase nada; es una necesidad y al mismo tiempo un regalo por la posibilidad de salir de mi misma y de mis preocupaciones para estar atenta a las necesidades de otras personas, que al inicio no conocen bien el idioma ni la ciudad. Puede parecer contradictorio pero creo que esa es la mayor ganancia personal de este tiempo.


Por otro lado, cada voluntaria llega con una historia nueva, un idioma nuevo, comidas nuevas, cultura nueva, amigos nuevos, ha sido como hacer un viaje por el mundo sin salir de casa. He comido comida italiana, española, mexicana; aprendí de música, de profesiones, de fiestas, de tradiciones y dichos de cada país.


Me gusta comparar esta experiencia con la película UP. Nótese que yo soy el viejito cascarrabias y las voluntarias el niño explorador.


¿Tienes alguna experiencia en particular que nos quisieras compartir?


Una experiencia de hace poco fue cuidar por unos días en casa a un niño de dos años. En realidad yo no hice gran cosa porque las que lo cuidaron fueron las voluntarias, pero significó ver de muy cerca la realidad de niños huérfanos o abandonados; una realidad de la que siempre había escuchado y que pensaba conocía un poco, pero no me imaginaba las historias de dolor que existen detrás y toda la realidad que conlleva. Por unos días me sentí yo la voluntaria, y ahora que las chicas ya no están trato de tener contacto con este niño y rezo porque encuentre pronto un hogar.


¿Qué te han dejado para tu vida estas experiencias hechas con los voluntarios?


Me quedo con la riqueza de las diferencias, que cuando uno se abre al otro puede vivir cosas inesperadas, a pesar de las dificultades de la cotidianidad que pueden surgir. Me queda también la satisfacción de haber puesto mi granito de arena en la experiencia de estos jóvenes que dejan todo por un tiempo para donarse a una buena causa. Y también el saber que aunque no pueda ser yo una voluntaria de tiempo completo, siempre tengo algo para dar y que es posible viajar, conocer nuevos mundos y personas sin salir de casa.




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