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Un mundo más fraterno se construye día a día

  • Foto del escritor: María Luz Peña
    María Luz Peña
  • hace 23 horas
  • 2 Min. de lectura

“Experiencia de voluntariado en el Centro Infantil Clara Luz” Por Jessica Acuña

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Crecimiento, eso es lo más significativo que me permitió esta gran experiencia. Fue solo por un ratito, pero, terminó siendo una de las más importantes, tan disruptiva que cambió completamente mi vida en todos los sentidos.


Antes de viajar tenía muchas expectativas por dejar mi zona de confort con tal de animarme a conocer un nuevo lugar, nuevas personas y experiencias de vida.

Pero también reconozco que no fue tan fácil dejar tantas cosas importantes para animarme a una experiencia única, desafiante y muy enriquecedora a la vez. 


Al llegar tenía la mayor disposición para poder conocer de a poco a quienes me recibían y con quienes compartiría la cotidianidad. Siendo extranjera,de afuera, con sus pros y contras, con todos los miedos y la curiosidad por estar en un lugar nuevo, sentía que me desafiaba a mi misma en cada momento para poder sortear las dificultades con las herramientas que contaba.


Me abrieron las puertas del centro y de sus familias personas increíblemente generosas. Con el tiempo compartido, nos hemos conocido cada vez más con cada uno del centro Clara Luz:  la familia de Reina, las educadoras y las familias de los niños y niñas que asisten. Admiro todo el amor y responsabilidad con la que llevan a cabo una de las tareas más complejas, las del cuidado y educación de los más chiquitos.

Debo remarcar que este episodio de mi vida no sería igual sin la presencia de compañeras con quienes, por la gracia de Dios, coincidimos en los momentos exactos para hacernos compañía y poder disfrutar de manera más amena, ya que en momentos de soledad o en donde se extraña lo propio, tener a una compañera fue lo mejor que Dios nos podía brindar.  Lo cual también me lleva a expresar que mis afectos crecieron y se expandió mucho más mi mapa de amigos.  Gracias Karol y María por tener tantas ganas como yo de salir al encuentro de los otros de esta manera.

El trabajo en el centro fue realmente intenso. Cada tarea o pedido en el que solicitaban mi ayuda no solo tenía que poder responder sino encontrar la manera más adecuada en un contexto y cultura que si bien es conocida, no era la mía. Pero poco a poco, con el tiempo y momentos compartidos, logramos conocernos y ver que realmente uno llega para dar lo que tiene, de manera respetuosa, pero ofrendando lo que se trae puesto, para que también una parte de lo que representamos se pueda amigar con lo ajeno. Todo lo vivido durante esos 5 meses se vuelve eterno, porque las huellas que dejaron en mi corazón ya no se podrán borrar.

Mi mundo se amplió de manera inesperada, y ya no tengo miedo de conocerlo, conectar y enlazar con otros, que al fin y al cabo son hermanos y hermanas con quienes compartimos alegrías y tristezas. Porque para lo humano, aquello que nos interpela sigue siendo lo mismo, el dolor del otro, y lo que impulsa a su encuentro, el amor por el otro. 



 
 
 
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