Enseñar, servir y ser familia en otro país
- María Luz Peña
- 10 jul
- 3 Min. de lectura

Mi nombre es Victoria Tusiani Recabarra, tengo 24 años y soy de Argentina.
Estuve 3 meses de voluntaria, como operadora social en el Instituto Social del Trabajo (ISO), en Valencia, una asociación de trabajadores promovida por la Iglesia Católica de esta localidad española, que busca acoger, proteger, promover e integrar a las personas inmigrantes y refugiadas.
La Casa de Acogida DOROTHY DAY, fue fundada en 2009 con el fin de acoger y dar formación básica integral a familias y mujeres inmigrantes y refugiadas en busca de su promoción social y laboral. Hoy en día atiende a familias con hijos y a chicos subsaharianos que han llegado al país en busca de nuevas oportunidades.
Este es un hogar de residencia 24 horas y ofrece hospitalidad temporal a las personas migrantes. También realiza un plan de inserción socio-laboral personalizado así como formación social y profesional adecuada a cada uno/a.
Mis tareas principales eran: dar y coordinar las clases de español, acompañar a las familias, hacer actividades con los niños y las mujeres, dentro y fuera de la casa.
Fue una experiencia muy linda, me sentí muy acompañada por todo el equipo humano y de trabajo de la organización. Un gran trabajo en equipo que me ayudaba a vivir este servicio desde la óptima de la fraternidad.
Estar con los residentes, convivir con las familias, estar con ellos todos los días, compartir las comidas, etc., fue para mí vivir y atesorar el momento presente, aprender a volver a comenzar en cada instante, ir más allá de la actividad específica que estaba haciendo y salir al encuentro del otro, mirar con el corazón y hacer lo que me gustaría que me hicieran a mí; estar abierta al diálogo donando mi tiempo, mi conocimiento, una ayuda, o tan sólo una compañía, un oído para escuchar. Ser empática, no juzgar, poder ver con los ojos del otro, ponerme en sus zapatos, en su situación, entender su cultura y su forma de pensar, de ser y de actuar; donarme 100%, “perder” mi YO para estar al servicio de los demás, compartir. SER FAMILIA.
Lo más difícil para mí fue encontrarme siendo educadora aunque no lo soy. A veces tenía que pensar y planificar mucho las clases de castellano para que de verdad sean útiles, les sirvieran y pudieran aprender, teniendo en cuenta los diferentes niveles de conocimiento del idioma. Había personas a quienes tenía que empezar a alfabetizar mientras otros iban en un nivel más avanzado y para ellos tenía que pensar lecciones más específicas relacionadas al ámbito laboral o formativo.
Desarrollando esas tareas fomenté mi flexibilidad, paciencia y la habilidad de estar atenta al otro. En ese contexto me di cuenta que las diferencias políticas, culturales, de idioma y maneras de pensar generaban muchos choques entre ellos y también con mis formas de pensar y hacer, entonces tuve que entrenarme en saber recomenzar conmigo misma todo el tiempo, para no imponer mis “conocimientos” o mis formas de pensar y más bien disponerme a escuchar y abrazar al otro, comprendiendo las diferentes necesidades, sentimientos y creencias de cada uno.
El 28 de octubre sucedieron las inundaciones DANA que dejaron miles de damnificados en el este y sur de España.
Se abrió otra oportunidad de donación en medio de tanto dolor. Junto con otros jóvenes, tuve la posibilidad de ser voluntaria todo el mes de noviembre en diferentes municipios de Valencia afectados.
Llevamos botas, mascarillas, guantes, artículos de limpieza e higiene, desinfectantes, cubos, escobas y palas, bolsas de basura, linternas, mantas, y alimentos, que incluso sirvieron a otros voluntarios que íbamos encontrando.
Ayudamos a limpiar casas, negocios, garajes, aunque nos propusimos como tarea principal llevar esperanza, estar al servicio de la comunidad y de los vecinos, poniéndonos en sus zapatos, acompañando y prestando un oído para la escucha.
Fueron experiencias bellas, en donde pude donarme y dar mi 100%, me sentí muy acompañada, “útil”, y presencié verdaderamente cómo es vivir la fraternidad y el amor recíproco, sea en la casa de acogida como con el equipo de trabajo, con los residentes o con los otros voluntarios que encontré dando mi contribución ante el desastre que ocasionó el DANA.
Quiero terminar con una frase que me marcó, ayudó y acompañó en este camino:
“Es más que servir una comida, proporcionar una cama o abrir una puerta: es abrirnos nosotros mismos, nuestros corazones, a las necesidades de los otros. La hospitalidad no es solo un alojamiento, sino la capacidad de dar una auténtica bienvenida”. Dorothy Day
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