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De nuevo en casa, en otra casa, pero en casa

Por Angelica Peluzzi


¡Heme aquí! Ha pasado un mes desde que terminé mi experiencia, y aún me cuesta un poco readaptarme a la cotidianidad. ¿Cómo me siento?...me parece que me acabo de despertar de un sueño, como que viví una vida paralela durante 3 meses que me parecieron 3 días, y me estoy despertando de nuevo en mi realidad.


Volviendo hacia atrás, recuerdo que estaba muy entusiasmada de vivir esta experiencia, aún si sentía mucho miedo. Nunca me hubiera imaginado vivir algo tan profundo que me haría crecer tanto. ¡Me dan ganas de reír! El primer día me desperté en la Fazenda, la comunidad en la que estaba haciendo la experienza, y me preguntaba quién me había hecho llegar hasta ahí; quería gritar, no podía creer que tendría que estar durante 3 meses con personas extrañas; quería regresar a casa, tenía miedo, un miedo terrible.


Soy muy tímida y también tenía terror de relacionarme con otros, pasar vergüenza, no entender las situaciones, pedir muchas veces explicaciones, eran cosas que me hacían sentir mal, y durante la primera semana trate de esquivar a las personas. Sin embargo, al poco tiempo dicidí sacudirme un poco; pensé: “¡Ok! Estás aquí por tan solo 3 meses, no puedes hacer esta experiencia haciéndote la tímida, ¡Ahora ve, saca todo la fuerza, ve afuera y afronta la vida!” y así fue. Empecé a arriesgarme un poco más, a preguntar, preguntar y preguntar, incluso si pensaba que parecía tonta, arriésgandome a aburrir a los demás, y poco a poco, con la ayuda de mis hermanos, empecé a encajar y a acercarme a todas las personas que vivían conmigo, hasta que, a un cierto punto, sin darme cuenta, ya hacía par de aquella cotidianidad, de todas sus dinámicas y facetas. Allí todas personas son fantásticas, encontré una realidad muy acogedora, cálida y sonriente; sentí que los demás siempre me ayudaron y sorportaron, me trataban como su hermanita.


Kenya es un lugar muy particular. Para una chica blanca es muy perilogroso andar sola por ciertas zonas y la idea de tener que estar dos meses y medio en un mismo lugar al otro lado del mundo me ponía un poco nerviosa. Después este hecho me pareció el regalo más grande: solo viviendo 24 horas sobre 24 con estas personas, que después se convirtieron en mi familia, me permitió entrar en contacto con una cultura, con muchas formas de pensar, de actuar, de ver el mundo; no lograré agradecer lo suficiente por todas las charlas que teníamos durante el trabajo o después de la cena, cuando en compañía de mis más queridos amigos, hablábamos muchas veces de todo un poco y otras de nada; estaré siempre muy agradecida de las risas y los planes que hicimos juntos, de los momentos dolorosos y los más alegres y divertidos. En esos momentos me sentía en casa de nuevo, en otra casa, completamente diversa pero igualmente hermosa. Los estímulos venían de todas partes, había mucho que aprender, que descubrir, y no quería desperdiciar ni un segundo....


Aprendí mucho, más en 3 meses en Kenia que en 5 años de escuela,a vivir en comunidad, a arriesgarme sin tener miedo, a ser ingeniosa porque es la única manera de afrontar la vida, a vivir en armonía con todos y a ser paciente y amable como lo han sido conmigo.

Quiero dar las gracias a todos, desde el primero hasta el último, desde quien me tendió la mano desde el principio, hasta quienes me cerraron la puerta en la cara y me hicieron pasar un mal rato, porque aún así me hicieron crecer mucho. Descubrí que en mi vida quiero viajar, quiero aprender y al mismo tiempo donar lo que sé a los demás.


Al final, no fue tan díficil adaptarme a esta realidad sino tener que partir de nuevo. Tuve que despedirme de las personas, amigos que se convirtieron en mi cotidianidad, sabiendo que seguramente no los veré nunca más.


Unos días después que regresé a Italia recibí el mensaje de un querido amigo en el que me decía tres sencillas palabras: “I miss you” (te extraño). Ahora entiendo que todo es de verdad, que todo pasó y que me pasó a mí.

Ahora estoy de nuevo en Italia con mi familia y con mis amigos pero me siento una completa extraña. Lo que más me costó al inicio fue el hecho de no poder hablar con ninguno de aquello que viví; es decir, sí lo hice pero no profundamente, porque tenía la imprensión que no podían entender; pienso que esta sensación sea completamente normal, pero no fue fácil para mí.


No me cansaré de agradecerle a mis padres que me apoyaron en esta decisión y a milONGa, a Iván y Corinne que hicieron que todo esto fuera posible y me acompañaron y ayudaron en cada momento, haciendo que pudiera vivir la experiencia más hermosa de mi vida hasta ahora.


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