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¡Viajar con un propósito!



Hola! Soy Gisel Palmieri, licenciada en Turismo, de Argentina. Actualmente tengo 33 años y en el 2016 hice mi experiencia en dos proyectos sociales en San Pablo-Brasil, a través del Programa de Voluntariado Internacional MILONGA.


Una frase que me viene a la mente ahora, al intentar poner en palabras mi experiencia de casi 4 meses allí es: “la felicidad está en las elecciones”. No era la primera vez que decidía disponer de un periodo para hacer trabajo voluntario fuera de casa, dejando por un tiempo mi trabajo y profesión; uno te va llevando al otro.

Y así he ido tejiendo una manera de demostrar y vivir que la solidaridad emprendida como una acción voluntaria, hace notar en mí como persona, una responsabilidad e implicación en el desarrollo comunitario. Ha sido y es una herramienta para ejercer el derecho a participar y transformar la realidad que me rodea en el lugar que esté.


En MILONGA, mi tarea fue brindar un taller de baile a niñas y niños entre 4 y 14 años de edad de dos comunidades, desde la perspectiva del arte como fuerza transformadora que puede contribuir a la construcción de una convivencia más sana entre los compañeros de escuela y en sus comunidades, tanto dentro como fuera de contextos vulnerables o no vulnerables.


Sigo sosteniendo que las fronteras muchas veces existen sólo en nuestras mentes. El aprendizaje es continuo. La experiencia no se limitó sólo a la clase del taller que yo daba, sino que involucraba a cada acontecimiento de la cual la comunidad me permitía ser parte.


Cada momento puede convertirse en una oportunidad para darnos cuenta qué tan valioso es el poder estar, compartir e interactuar con otras formas de vida. Siempre surgía algo para hacer, a las personas les gustaba escuchar mi acento extraño, compartir un almuerzo o cena, un paseo…


Algo que siempre destaco cuando decides embarcarte en esta aventura de compartir tu tiempo, tus habilidades y crecer con el otro, es la siguiente pregunta: ¿Cuándo te das cuenta realmente que te has involucrado? Creo que es cuando te toca volver, porque sentís el vínculo generado, que luego a lo largo de tu vida se mantiene de una forma u otra. Ese es el “impacto”, el “dejar huella” y el “dejarte abrazar”.


Me gusta conocer lugares diferentes, pero la oportunidad de poder ser, de algún modo, parte de ese lugar que decides visitar, es una actitud que cambia realmente la historia que tienes para contar a tu regreso y también tu forma de vida de allí en adelante.


De repente me encontré haciendo cosas que quizás habitualmente no hacía, horarios diferentes a mi rutina habitual, diferentes formas de trabajo, otro idioma, a veces los recursos para trabajar no son los suficientes o necesarios, las prioridades y motivaciones eran otras (sabes que no vas a recibir un dinero por esto) pero me llevaron a generar una comprensión y adaptación a diferentes situaciones tan necesarias para la vida misma.


Entonces esto es trascender fronteras realmente, más allá de cruzar un límite geográfico literalmente.

A nivel profesional me dejó el saber que fue posible desarrollarme con un equipo de trabajo sólido y profesional, tanto con los coordinadores como con los monitores de sala y el resto del personal con el que interactué. Siempre me sentí acompañada (trabajo en equipo) y bien asesorada ante las dificultades.


¡Los viajes que transforman! (o las fronteras que deberíamos atravesar) Así es. Ser parte de los cambios que necesitamos ver, vivir y heredar a los que vienen detrás de nosotros.

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