por Manuel Nacinovich
Antonella comparte un pequeño grupo de voluntarios de milONGa que hizo su experiencia de manera virtual. La pandemia del Covid-19 obligó a modificar sus planes y tuvo que desarmar las valijas que tenía preparadas para irse desde su Argentina natal a Brasil, a Casa do Menor, a trabajar con niños en situación de vulnerabilidad. “Para que el voluntariado no quedara trunco, en vez de hacerlo presencial lo hicimos virtual”, explica.
Pero la distancia no representó un problema para ella. MilONGa no fue solo un espacio para dar, sino también para recibir. “Es una experiencia que te transforma desde lo más interior”, dice.
⇒ De todo lo que aprendiste, ¿Qué crees que fue lo más importante?
“Que hay un lenguaje universal. Más allá de las barreras y fronteras del idioma y del intercambio cultural, me parece que si manejamos el lenguaje del amor nos entendemos todos. No importa la lengua que parlemos, nos entendemos. También me dejó la enseñanza de que hay que perseverar y superar obstáculos. Porque la pandemia no estaba en los planes, y sin embargo de ese obstáculo surgió otra idea mucho mejor, que nos mantuvo más en contacto y con el que pudimos dar ese intercambio fraterno que buscábamos. Es algo que me quedó firme”.
⇒ En esta experiencia virtual que te tocó hacer ¿Cómo fue no poder ir a Brasil y tener que trabajar detrás de una pantalla?
“La primera dificultad técnica fue la del idioma. En nuestro grupo de trabajo éramos tres chicas de diferentes países, Argentina, Brasil e Italia. Así que las reuniones por Zoom nos explotaba la cabeza, porque una hablaba portugués, la otra italiano y yo en español. Teníamos que gestualizar todo el tiempo para lograr entendernos. No sé cómo pero lo lográbamos, y además salió algo muy lindo porque aportamos las tres desde los ámbitos que cada una conocía.”
⇒ ¿Cuál era tu ámbito?
“Yo me estaba por recibir de abogada. Y veía que los chicos con los que trabajaba milONGa eran chicos judicializados, en situación de calle o que tenían conflictos familiares. Así que me encantó el proyecto de Casa Do Menor como una herramienta de contención, que le brindaba amor a estos chicos que atravesaban distintas dificultades.”
⇒ En esta rutina virtual tan particular ¿Cómo era el día a día en lo cotidiano?
“Primero, teníamos que coordinar un horario que nos quedara común entre las tres. Después, debíamos planificar y traducir, porque solíamos trabajar en español o italiano, y había que traducirlo al portugués. Para esto, la tutora de milONGa fue como una hermana mayor para nosotras, nos guió mucho, cualquier duda que teníamos estaba predispuesta para responder.”
⇒ Al hacer la experiencia de manera virtual, vos no cortaste con la rutina cotidiana que llevabas en tu país, ¿verdad?
"No, y eso fue todo un desafío. Porque con el proyecto de milONGa nosotros tratábamos de incorporar una idea de amor y de fraternidad. Entonces: vivir, pensar y planificar actividades para demostrar esa fraternidad y cómo pensar en la otra persona, para después ir a tu trabajo y que, por ejemplo, tu jefe no te haya pagado el sueldo, era un golpe contra la pared. Había que respirar hondo y decir, ‘tengo que ser consecuente con lo que quiero predicar.»
⇒ ¿Qué crees que fue el mayor aprendizaje que te llevaste de los niños?
“La simpleza que tienen los más chicos para resolver sus conflictos. Esa simpleza es el aprendizaje que yo quiero incorporar para mi vida. Nada es tan fatal como para vivir enojado. Aprender a valorar lo simple o a sonreír, eso es algo que me lo han incorporado estos niños.»
⇒ ¿Cómo sigue presente hoy milONGa en tu día a día?
“Yo no conocía nada y tuve una experiencia hermosa, encantadora, con mucha gente buena y predispuesta a ayudarte y asesorarte sin conocerte, de pura buena voluntad. Uno a veces desconfía de la bondad de las personas, porque las noticias nos viven diciendo que todo es malo, que no hay buenos gestos genuinos. Yo hoy puedo comprobar que sí los hay, y que existe mucha gente que lo predica y lo practica, y eso es lo que más me llena. Antes no tenía mucha experiencia de voluntariado, y si hoy no estoy participando de algo, me siento vacía. Eso me lo contagió milONGa.»
⇒ Si tuvieras que recomendarle milONGa a una amiga, ¿Qué le dirías?
“Le diría que es un camino de ida. Que vaya porque no se va a arrepentir. Es una experiencia que te transforma desde lo más interior y que se ve reflejado en tu exterior.»
Más sobre esta fantástica crónica en nuestro perfil de Instagram @milonga_project
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