Bolivia, mi baile inolvidable
- María Luz Peña
- hace 6 horas
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Cuando decidí viajar a Bolivia como voluntaria, decidí también superar mis límites y miedos. Siempre he sido una persona a quien le gusta ser organizada y conocer lo que hace, así que viajar a otra parte del mundo sola, me parecía una cosa enorme y mucho más grande que yo; pero estaba tan curiosa, con ganas de aprender más y de desafiarme que casi no me di cuenta de haber reservado los pasajes del avión.
Tampoco me di cuenta de qué era en lo que me estaba metiendo hasta que llegué a Madrid. Allí, sentada esperando el avión que me llevaría a Santa Cruz, me sentí extranjera por primera vez, me sentí diferente a los demás. Estaba con miedo pero tambien contenta y emocionada. Era mi primera vez viajando sola y pasando mucho tiempo fuera, así que alejarme de mi "comfort-zone" e irme así de lejos, me parecía una cosa de locos.
Pero, tomé el avión y me fuí. Pasé todo el viaje y el día de llegada a Santa Cruz llorando, pero era un llanto cargado de muchas cosas: estaba emocionada, tenía miedos, estaba en un lugar muy diferente, hablaba otro idioma y tenía un cambio de horario de muchas horas con respecto a Italia.
La realidad es que los primeros dos días fueron intensos. Cuando llegué al aeropuerto de Santa Cruz estaba Reina y dos de sus hijos esperándome. Yo quería hablar con ellos y encontrar una manera de superar mi timidez, pero laa verdad es que no podía entenderlos bien y no sabía cómo contestar, pero al final creo que todo eso fue necesario. Necesitaba tiempo para entender todo lo que estaba pasando. Al día siguiente de mi llegada empecé mi trabajo con los niños, muy intenso también, por la dificultad del idioma y por no saber bien qué hacer. Pero a medida que fueron pasando los días, las cosas se hicieron mucho más fáciles. Reina, su familia y las tías del Centro Clara Luz me acogieron como parte de la familia, así que todo se volvió más ligero y divertido.
La realtà è che i primi due giorni sono stati intensi. Quando sono arrivata all'aeroporto di Santa Cruz, Reina e due dei suoi figli mi stavano aspettando. Volevo parlare con loro e trovare un modo per superare la mia timidezza, ma la verità è che non riuscivo a capirli bene e non sapevo come rispondere, ma alla fine penso che tutto ciò fosse necessario. Avevo bisogno di tempo per capire tutto quello che stava succedendo. Il giorno dopo il mio arrivo ho iniziato il mio lavoro con i bambini, che era anche molto intenso, a causa della difficoltà della lingua e del non sapere bene cosa fare. Ma con il passare dei giorni, le cose sono diventate molto più facili. Reina, la sua famiglia e le persone del Centro Clara Luz mi hanno accolto come parte della famiglia, così tutto è diventato più leggero e divertente.
Bolivia es un país increíble, pero muy diferente a Italia. Lo que me llamó más la atención fue la manera diferente de darle valor a las cosas y decidir qué era lo más importante y lo que no. También me impactó el contacto con la naturaleza, algo que en mi país falta un poco.
Creo que la realidad del Centro Clara Luz es increíble, es un ejemplo virtuoso de resiliencia y de amor por el otro. El trabajo en esta realidad se parece mucho a una familia, se percibe en el aire el deseo de trabajar, y de hacerlo bien para que los niños y las niñas vivan bien.
También hay un espacio dedicado a los voluntarios, y creo que está genial. He trabajado con ganas y con placer, los niños fueron una ternura única y las profesoras han sido pacientes conmigo. Hemos aprendido una de la otra.
Disfruté compartir el almuerzo y la cena juntos, contarnos cosas y pasear. Aprendí también a comer diferentes alimentos juntos y del mismo plato (algo que en Italia no pasa mucho porque solemos comer una cosa a la vez), y a hablar bien con los niños.
Pasé mis primeros diez días de voluntariado sola, pero después llegó Jessica, una voluntaria argentina con quien compartí el resto de mi servicio en Bolivia. Ella fue como un hermana para mí; su presencia fue fundamental e hizo que las cosas fueran más fáciles y divertidas. Pudimos hablar mucho de cualquier cosa, y también con Reina y su familia tuvimos muchas oportunidades para intercambiarnos emociones y opiniones. Jugamos voleibol con sus nietos y con toda su familia.
De verdad he descubierto en ellos algo muy valioso, son personas que abren las puertas de su casa y te acogen como si fuese su hija. Estaré eternamente agradecida por todo y por cada cosa que pasó en el tiempo de mi voluntariado.
Volví a casa con la sensación de haber recibido mucho más de lo que doné. No solo como trabajo, sino como persona. Aprendí que a veces está bien no pensar mucho en organizar las cosas y que podemos viajar solas también. Aprendí que donde hay amor hay familia, y que se puede ser familia en cualquier parte del mundo.
Extrañaba muchas cosas de mi casa cuando estaba ahí, mis padres, mi novio, mis hermanos y todo lo demás que había dejado (incluida la comida), pero nunca me sentí sola, en peligro o abandonada. Por eso cuando volví a casa fue difícil otra vez, porque dejé algo que viví profundamente y que me permitió superarme en muchos aspectos. Dejé personas con las que me sentí en casa; por eso, volver a la vida “normal”, pero con otras ideas, otra manera de ver y vivir las cosas que pasan, ha sido un desafío, pero toda mi experiencia fue increíble, es algo que aconsejaría a todos los que tienen oportunidad. Lo haría todo otra vez, igual a como fue.
Bolivia fue mi baile inolvidable, estaré eternamente agradecida.