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Arriesgarse hoy




Hola, no es fácil plasmar en pocas palabras lo que viví durante todo un mes en La Casa de los Niños en la ciudad de Cochabamba. Sí, en un mes de verano, al inicio del año nuevo, me encamine hacia Bolivia en busca de esa aventura que tenía en mente desde hace un tiempo atrás, juntando mis ahorros y preparando el corazón.


No fue nada fácil decidirme por Bolivia, más si les cuento que en Uruguay esto de hacer un voluntariado fuera de tu país no es tan común.


Obviamente quería ir a una ONG en donde los ideales del Movimiento de los Focolares estén en juego, (o que por lo menos la dinámica fuese diferente) Nada que ver a cómo me lo imaginaba, pero la fraternidad se vive en cada momento.

La historia de ese lugar se remonta a cuando el Ari, Tania y sus amigos fundaron la Casa de los Niños (una loca historia revolucionaria) en donde hoy se asiste a niños menores de 6 años en situación de abandono o con alguna patología.


Al poco tiempo de su creación, comenzaron a crearse a pulmón las casitas que hoy conforman la Ciudadela Arco Iris en donde viven familias que gracias a la Casa de los Niños pudieron encontrar a sus hijos, y vivir en condiciones dignas. En la ciudadela se trasmiten valores reales de familia, se brinda ayuda con profesionales en diferentes cuestiones de la vida cotidiana y todo lo que implica rearmar tu vida. Además funciona una escuela para toda esta diversidad de realidades; hay una hermosa capilla que trasmite una energía maravillosa, una panadería en la que más de una vez me infiltré para ayudar y compartir, un taller de cartón, una salita de informática, una policlínica “la posta” y una biblioteca que ayudamos, con mucho amor, a consolidar (digo ayudando porque éramos como 7 extranjeros de todas partes del mundo conviviendo).


Y verdaderamente fue así, todo un desafío, arriesgarme a una cultura nueva que conocía sólo por relatos. La unidad que se vive es total, el amor que circula entre las generaciones y sin que importe tanto el pasado, es impresionante; se vive el perdón, la comunión de bienes (obviamente que mucha gente trabaja, pero si a alguna persona le falta algo están todos dispuestos a ayudar). En la ciudadela no viven sólo familias con sus hijos, o madres solteras, sino que hay muchas realidades que conviven, y esto me fascina; en una casa por ejemplo vive una familia con muchos hijos, alguna persona adulta, alguna señora que en un momento vivió en la calle, o una familia entera con VIH. La diversidad es completa, es tan visible el amor a todos, el respeto y la solidaridad que se respira.

Pero bien, no todo es color de rosa! Existen las dificultades, los niños que se escapan, las familias que se pelean entre ellas por bobadas, los problemas al no encontrar a la mamá o el papá del niño porque le cambiaron el nombre en todos los hogares en que estuvo, los bebes abandonados que si no fuera por la casa de los niños no tuviesen futuro.


Es otra realidad totalmente diferente a la que se vive en Uruguay, y fue sólo un mes ¿se lo imaginan? Cada día era diferente, teníamos nuestras responsabilidades pero eran flexibles. Cuando decidí ir a Bolivia sabía que no tenía claro qué iba a hacer, pero sí que iba para aportar algo desde mi formación y experiencia. Nunca pensé en que iba a aprender tantas cosas prácticas, culturales, tener la posibilidad de crear tantos vínculos con los niños y las personas en general. Alimentarme con tantas experiencias para el resto de mi vida que hoy son propias y las comparto.


Arriesgarse a dar el primer paso es el secreto, y estar dispuesta a llenar de amor a los demás, sabiendo que todo vuelve.






Arriesgarse a ir contra corriente esta demás!!


Como para ir cerrando agradezco infinitamente a la Casa de los Niños y la Ciudadela Arco Iris por haberme recibido, llenarme de amor y permitirme compartir la vida con cada uno de ustedes. Gracias también a Milonga por crear esta necesidad juvenil y vamo’ arriba con esto que recién empieza, porque lo mejor está por venir.


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